De arlequín,
de princesa, de fantasma…
Recuerda, ¿De qué te disfrazaste la última
vez?
¿Por qué nos disfrazamos? Será para
presentarnos de una manera distinta ante los demás, donde sacamos facetas que
ni conocíamos de nosotros mimos, nos “descocamos, sin problema”, nos rendimos
ante el consumo y el “hoy toca disfrazarse…”
Pues ya ha llegado el momento que espabiles
y seas tú mismo; no tienes que disfrazarte para ser feliz, ni disfrazarte para
acercarte a los demás, ni disfrazarte para decirle a alguien lo que sientes, ¡¡¡noooo
eso ya está pasado!!!!
Aunque recuerda que el peor disfraz es el
que utilizamos cuando queremos engañar a los demás, mentirles, manipularles,
aparentar lo que ellos quieren… ese siempre te llevará a una lenta destrucción
de tu verdadera persona.
Ahora puedes coger las riendas de tu vida y
mostrar la intensidad de tu coherencia, la sabiduría de tu esperanza, la razón
de tu amar, la gozada del perdón, lo que significa vivir asombrado por cuanto
soy y estoy llamado a ser: persona con una meta a la santidad.
No necesitas aparentar ante los demás,
serás en cuanto vivas coherente.
¡No te
disfraces más, se tu mismo!.
Mt 6,16-18
“Cuando ayunéis, no pongáis el gesto
compungido, como los hipócritas, que aparentan (se disfrazan) aflicción para
que la gente vea que están ayunando. Os aseguro que con eso ya tienen su
recompensa. Pero tú, cuando ayunes, lávate la cara y arréglate bien, para que
la gente no advierta que estás ayunando. Solamente lo sabrá tu Padre, que está
a solas contigo, y él te dará tu recompensa”.
Equipo TEA.
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