viernes, 29 de enero de 2016

Somos nosotros, los mismos cristianos, quienes en muchas ocasiones desconocemos lo que nos ofrece el propio magisterio de la Iglesia, en beneficio de nuestra formación, por ello queremos compartir este material.

Extracto del documento:

a) La educación afectivo-sexual

122. Una educación afectivo-sexual adecuada exige, en primer lugar, cuidar la formación de toda la comunidad cristiana en los fundamentos del evangelio del matrimonio y de la familia. Una buena formación es el mejor modo para responder a los problemas y cuestiones que pueda presentar cualquier ideología. Todos los cristianos responsables de su fe han de estar capacitados para «dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza» (1 Pe 3, 15). Para la consecución de ese objetivo puede prestar un gran servicio el Catecismo de la Iglesia Católica, además de otros documentos relevantes. En cualquier caso, serán siempre necesarios planteamientos que busquen la formación integral. Ese es el marco adecuado para que la persona responda, como debe hacerlo, a su vocación al amor.

123. La familia es, sin duda, el lugar privilegiado para esa educación y formación. Se desarrollan allí las relaciones personales y afectivas más significativas, llamadas a transmitir los significados básicos de la sexualidad. La familia es el sujeto primero e insustituible de la formación de sus miembros. Y por eso, aunque podrá y deberá ser ayudada desde las diferentes instancias educativas de la Iglesia y del Estado, nunca deberá ser sustituida o interferida en el derecho-deber que le asiste. Así lo recordaba ya, entre otros documentos, el Directorio de pastoral familiar. Pero se hace ahora más urgente si se advierte que las disposiciones legales al respecto permiten al Estado dirigir este ámbito de educación. Y no es pequeño el riesgo de sucumbir a las imposiciones de la ya referida ideología de “género”.

124. La educación afectivo-sexual, acorde con la dignidad del ser humano, no puede reducirse a una información biológica de la sexualidad humana. Tampoco debe consistir en unas orientaciones generales de comportamiento, a merced de las estadísticas del momento. Sobre la base de una “antropología adecuada”, como subrayaba el beato Juan Pablo II, la educación en esta materia debe consistir en la iluminación de las experiencias básicas que todo hombre vive y en las que encuentra el sentido de su existencia. Así se evitará el subjetivismo que conduce a nuestros jóvenes a juzgar sus actos tan solo por el sentimiento que despiertan, lo que les hace poco menos que incapaces para construir una vida en la solidez de las virtudes. Esa educación, que debe comenzar en la infancia, se ha de prolongar después en la pre-adolescencia; las instituciones educativas deben de velar por ella, siempre en estrecha colaboración con la ya dada por los padres en la familia.

125. Descubrir la verdad y significado del lenguaje del cuerpo permitirá saber identificar las expresiones del amor auténtico y distinguirlas de aquellas que lo falsean. Se estará en disposición de valorar debidamente el significado de la fecundidad, sin cuyo respeto no es posible asumir responsablemente la donación propia de la sexualidad en todo su valor personal. Se abre así a los jóvenes un camino de conocimiento de sí mismos, que, mediante la integración de las dimensiones implicadas en la sexualidad –la inclinación natural, las respuestas afectivas, la complementariedad psicológica y la decisión personal–,les llevará a apreciar el don maravilloso de la sexualidad y la exigencia moral de vivirlo en su integridad. Se comprende enseguida que una educación afectivo-sexual auténtica no es sino una educación en la virtud de la castidad.
126. Una educación de esta naturaleza requiere personas que, convenientemente preparadas, ayuden a formar a quienes de manera más directa e inmediata tengan a su cargo la función educativa. En todo caso, los padres católicos deberán estar atentos a que, en la ayuda que se proporcione se observe siempre la fidelidad al Magisterio, la comunión eclesial y las directrices de los pastores. La Subcomisión de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Española deberá preparar materiales y programas, con el fin de que puedan ser empleados en esta tarea educativa.


martes, 12 de enero de 2016




¡¡ Y ahooooora, looo que me apetece!!

“Que poco esfuerzo necesito para hacer lo que me apetece, el problema está en que o hago eso o no hago nada, pues lo demás no me interesa”.

Cuando tenemos esta manera de pensar y de vivir, no somos conscientes de lo que nos perdemos. Cómo tampoco somos conscientes de lo que podríamos ganar para nuestro crecimiento personal.
La vida no se construye de apetencias o gustos, la vida que tú ya estas iniciando conlleva en su realidad la necesidad del esfuerzo, de la constancia, de la entrega, de la perseverancia, del empezar de nuevo, de aprender a renunciar, de aprender a elegir lo bueno, no lo normal…  ¡¡¡es verdad que todo eso no te apetece siempre!!!  pero ¿piensa como podría ser tu vida con esas opciones asumidas en ti?.
Casi siempre, lo que nos apetece, puede no ser lo mejor para uno mismo ni par el prójimo. Nuestro egoísmo sólo nos llama a la autocomplacencia sin mirar las consecuencias de esa acción en nuestro alrededor. Claro que no es lo mismo apetecer un helado que no decir la verdad; ni desear estar con una persona que usar los sentimientos de otra.
Las apetencias son como las modas, no tiene una consistencia, una razón que las sostenga, sino que llegan, se instalan durante un tiempo y pasan de largo. Tú te quedas a la espera de la siguiente, pues esa moda ya paso y otra ocupa tu persona. Las apetencias tienen algo más problemático, y es que, con ellas podemos hacer sufrir a otros, dejarnos llevar hasta nuestra destrucción, hacernos nuestro propio mundo: “lo que me apetece siempre está bien”, “lo que no me apetece, nunca me va a hacer bien”.
¡Piensa! Cuán feliz puedes ser y a cuanta gente puedes hacer feliz sin tener que hacer lo que a tí te apetece, verás cómo te cambia la vida.
Una grandeza de la persona es, que puede dominar y ordenar sus apetitos; los animales, sólo los alcanzan.

Equipo TEA

sábado, 9 de enero de 2016








Ven, vamos a perdernos, yo invito. Jesús

¡Oye!, que bien, ¡¡¡una invitación!!!.
Me está invitando Jesús a ir con él, seguro que me lo pasare bien.
Pero ¿una invitación a perdernos?, no me suena tan bien, pues eso me suena a otra cosa.
 Me suena a que nos vayamos por ahí, donde nadie nos vea, nos sintamos solos y libres para hacer lo que queramos y ahí entra poder besarnos, acariciarnos, sentirnos cerca, no tener reparos, y volver como si nada.
¡¡¡ Oye, y que todas las cosas nos suenen a lo mismo!!!  Jo que monotemáticos somos, ehhh.
Pues sí, Jesús me invita a perderme en la infinitud de su amor, a que con él pueda disfrutar de su ternura, de su gracia, de su cercanía, de su ofrecimiento, de su esmero, de su palabra, de sus gestos, de su sonrisa, de su mirada, de su amor, de su persona, de su amistad, de su entrega, de su fidelidad, de su sencillez, de su trato, de su padre Dios, de su Espíritu…
Cuántas invitaciones recibimos a lo largo de la vida que no nos construyen más, sino que en ocasiones nos llevan a ir destruyéndonos poquito a poco, pero las aceptamos por mil razones diferentes: por no quedar mal, por aparentar lo que no somos, por despecho, por frivolidad, por falta de reflexión, porque es lo más cómodo, por no saber escuchar bien…
Pues Jesús me invita porque me quiere, ni más ni menos, porque ME QUIERE, y yo le acepto, ni más ni menos, PORQUE LO QUIERO.
Su invitación se reitera y se repite a lo largo de mi vida y aunque siempre es la misma, siempre es novedosa, pues AMAR  nunca es algo repetitivo, rutinario; sino creativo y generativo  en cada acto de amor.



Equipo TEA

lunes, 4 de enero de 2016


FELIZ DIA DE REYES
Así como los reyes magos ofrecieron sus mejores regalos al Niño Jesús, entreguémosle hoy, nosotros también, lo mejor de nuestro corazón a Cristo el Señor.
Que lleguen cargados de Amor, esperanza, paz y felicidad a todos los hogares
son los deseos del EQUIPO TEA

domingo, 3 de enero de 2016





Besos, ternura, que derroche de amor, cuanta locura

Quizá recuerdes esta canción.

En ella se presenta de una forma poética lo que es el acto de plenitud en el amor conyugal.
Todos los que vivís en matrimonio habéis experimentado la plenitud del amor como el gran regalo del uno al otro y reflejo del AMOR total de Dios a cada uno.
Son muchos los matrimonios que no llegan a valorar la grandeza y la riqueza de ese encuentro, que pudiendo ser motor de más amor, se queda solo en un acto rutinario, donde se comunica poco, donde se necesita al otro como el coche para desplazarse, donde la rapidez, la fugacidad del momento es lo predominante. No se puede juzgar a nadie, pero si se puede recordar lo que se pierde cuando no se da la entrega consciente y deseada de ambos.
Para vivir la plenitud en el amor conyugal, es imprescindible una vida consagrada a amar, a perdonar, a ser fiel, al trato con ternura, a manifestar con gestos y detalles lo que se siente, a no utilizar al otro sino ser un don para él.
Es verdad que el que ama, derrocha ternura y comprensión. Estos dos sentimientos son imprescindibles para poder valorar la dignidad de cada persona, para llegar a amar.
Desde la ternura se alcanza la felicidad y desde la comprensión se vive.
Cada vez que se ama al otro, experimentamos la grandeza del ser que somos y nos lleva a preguntarnos cómo podemos amar aún más; la respuesta la encontramos si llegamos a descubrir que estamos siendo amados por Dios e invitados a corresponderle en el otro.
Así no es como se desarrolla la letra de la canción de Ana Belén, pero si es como únicamente se pueda ser feliz: DERROCHANDO AMOR.
  

                                                                                           EQUIPO TEA

Que este 2016 sea la oportunidad perfecta para qué nuestra fe se haga más grande y labremos tesoros en los cielos. Que Dios te bendiga a ti y a los tuyos
muchas bendiciones del Equipo TEA