Tu mismo eres obra de Dios.
Tú mismo eres huella de Dios.
Tú mismo eres hechura de sus manos.
Tu mismo eres imagen suya.
Descubre en ti su presencia, descubre en tus manos su
capacidad de acogida que él ha puesto en ellas.
Descubre tu piel, ese mundo de vida, de células que, a
millones, viven en ti.
Descubre los latidos de tu corazón y escucha la vida de Dios
que te hace vivir.
Descubre en tu aliento caliente, la vida, el respiro, el
hálito de Dios.
Descubre en tu respiración suave o acelerada, el tono caliente
del aire cuando lo expulsas y el tono fresco cuando lo aspiras.
Descubre en tu saliva, en tus labios, ese mundo sensible, ese
mundo, como un hormigueo, que te dice: ¡vives!
Descubre en tus pasos la vida de Dios que camina, que
peregrina.
Descubre en tu cansancio o en tu sueño… toda la vida que Dios
ha puesto en ti.
Descubre en tu dolor una llamada a salir de ti, a poner tus
ojos en él pidiendo misericordia.
Descubre al Dios de la vida en tu vida.
Y abre tus ojos y pon los en los ojos de Dios.
Abre tu corazón y ponlo en el corazón de Dios.
Y dile desde lo
profundo: “¡Oh Dios, yo EXISTO! Gracias, porque me has creado”.
EQUIPO TEA
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