¿Quién sabe cuál es?
¡Que lo quite el otro!; ¡está bien así!; ¡luego lo hare!; ¡ me traes….!, muchas veces
nos acontece esto anterior y nos dicen que somos unos vagos. Y pueden llevar
razón.
Pero hoy no vamos a tocar temas de “tareas
de casa”, sino las tareas del amor.
En el amor la ley del mínimo esfuerzo no
tiene cabida, pues mata el amor. Cuando uno no se esfuerza por el amor, el amor
se debilita y se convierte en rutina. El amor ha de recrearse cada día, no solo
reinventarse, sino recrearse, hacerse nuevo, sorpresivo, como lo es el amor de
Dios.
Cuando se ama no se necesita hacer
esfuerzo, ni se entiende una relación en la que se vaya a mínimos, si la ley es
la del amor el esfuerzo desaparece y comienza la aventura.
Los jóvenes entienden que se puede ser
feliz con menos esfuerzo y por eso se quedan en las puertas de la felicidad, en
las alegrías pasajeras, en explosiones fugaces de júbilo, en pinceladas de
amor,
El amor requiere de tu entrega como don, no
como obligación, de tu ofrecimiento como algo real… el amor no está creado para mínimos, sino para
máximos y tu puedes alcanzarlo cuando te esfuerzas en respetar al otro, en
aceptarlo, en corresponderle, en dignificarlo, en amarlo.
El amor así no es una ley, sino un regalo
que hemos recibido para custodiarlo durante la etapa de la juventud y
entregarlo a la persona que nos ha mostrado la grandeza de saber amar, y cuando se llega aquí no se necesita de
ningún esfuerzo pues todo es gratuito en el verdadero amor.
Equipo TEA
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