Pero, si eso a mí me cuesta…
La tarea educativa en la dimensión
afectiva y sexual de la persona debe corresponder a los padres, prioritaria y
fundamentalmente. Nadie como ellos puede ir formando a sus hijos. Sin embargo,
no son pocos los padres que no lo hacen por considerarse incapacitados para
ello. Si esto es así, y ellos no asumen esta responsabilidad, otros lo harán, de
forma irresponsable, y con una gran diferencia, buscando otros intereses de
fondo, haciéndolos consumidores de sexo, trivializando y eludiendo la verdad de
la sexualidad, olvidando por completo la dimensión afectiva necesaria para una
auténtica comprensión y vivencia del amor.
Los padres, bien
ocasionalmente, bien formalmente, pueden educar a sus hijos porque son los
únicos que lo harán con verdadero amor, buscando aquello que les haga bien en
sus vidas y les ayude a ser felices.
Por ello es necesario en primer lugar
el amor, en segundo lugar el sentido común y, en tercer lugar, interés por formarse
bien, acudiendo a buenas fuentes que las hay. Si para otras tareas en la vida
se les quiere formar muy bien, cuánto más para esta dimensión donde está en
juego su felicidad.
La presencia de los padres no es algo
neutro en la educación de la sexualidad. Al contrario, o se educa o se
mal-educa, porque el cuerpo forma parte de nuestro ser y con él expresamos
nuestro interior. Todo gesto o palabra que los hijos perciben en sus padres les
ayudará, o no, a crecer como personas.
De ahí la importancia de cuidar la
expresión del amor entre los padres a través de sus gestos públicos, para que
los hijos descubran que el cuerpo es bueno y ayuda a manifestar lo que sentimos
en nuestro interior. Y el amor hacia los hijos también se puede expresar públicamente
a modo de abrazos, besos, caricias,… para familiarizarnos con este lenguaje del
cuerpo. De este modo se irá comprendiendo que existen diferentes gestos para
expresar el amor en la amistad, en la familia, en el noviazgo, en el
matrimonio,… Esto les ayudará a distinguir que los gestos públicos o privados
son diferentes dependiendo del tipo de relación.
Mateo 7, 7-12
“Pedid y Dios os dará, buscad y
encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá. Porque el que pide recibe, el
que busca encuentra y al que llama se le abre.
“¿Acaso alguno de vosotros sería capaz de
darle a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿O de darle una culebra cuando
le pide un pescado? Pues si vosotros,
que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro
Padre que está en el cielo las dará a quienes se las pidan!
“Así pues, haced con los demás lo mismo que queréis que los
demás hagan con vosotros. Esto es lo que
mandan la ley de Moisés y los escritos de los profetas”.
Equipo TEA
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