¿Con tres?, ¿con siete?, ¿con nueve?
Cuanto antes, mejor
Realmente no hay una
fecha para trasmitir y enseñar a amar. Estamos seguros que la educación de la
sexualidad comienza desde el primer momento en el que la mujer recibe la grata
noticia de que es madre y el hombre de que va a ser padre. Las actitudes
necesarias serán la acogida, aceptación,
agradecimiento, alegría, espera paciente,… hacia esta nueva vida, nueva persona,
fruto del amor de sus padres y del amor de Dios.
Lo primero en una educación de la sexualidad son los
gestos de amor, del cuidado, de la atención hacia el bebé.
Sin embargo, es muy
recomendable que antes de los seis años se comience a educar de una forma
ocasional sobre algunos aspectos básicos y fundamentales de la sexualidad y de
la afectividad: la diferencia entre el varón y la mujer, el origen de la vida
(proceso del fecundación, embarazo y parto), sentido de los gestos de amor
entre las personas,… Todo de una forma “incidental”, sencilla, sin grandes
discursos, pero a modo de círculos concéntricos que irán poco a poco ampliando su
información y formación. Decirle a
nuestro hijo que ha sido fruto del amor que nos tenemos. Decirle que el amor de Dios CREÓ a las personas y éstos colaboran
con Él creando a otras por amor, como nosotros a ti. Transmitirle que Dios desde
siempre ha pensado en él, le ha creado para ser feliz y ese es nuestro deseo
igualmente.
Cuando se tratan
estas cuestiones de forma sencilla, los hijos descubrirán la importancia y normalidad
de ello, y confiarán en sus padres a lo largo de su proceso formativo, en las
diferentes situaciones por las que vayan atravesando.
Lo más sensato y constructivo en una educación es
estar, hacerse responsable de ella, acompañar, dar respuestas adecuadas a cada
edad y a cada situación. Y si en algo nos falta formación o posibilidades
acudir a profesionales con una antropología cristiana.
Equipo TEA
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